Homilía del Sr. Arzobispo Metropolitano de Santiago de Guatemala S.E. Mons. Oscar Julio Vian Morales, sdb en ocasión del 15 aniversario del asesinato de Mons. Juan José Gerardi

Homilía del Sr. Arzobispo Metropolitano de Santiago de Guatemala S.E. Mons. Oscar Julio Vian Morales, sdb en ocasión de 15 aniversario del asesinato de Mons. Juan José Gerardi

Queridos hermanos y hermanas:
¡HOY es pascua para nosotros! ¡Jesús ha resucitado!

En este día, 26 de abril, nos reunimos en torno a la mesa del Señor que nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo que es vida eterna para nosotros.

Nos reunimos en torno a los restos mortales de dos insignes obispos, el Arzobispo y su Auxiliar, de nuestra arquidiócesis que entregaron su vida por la edificación del Reino de Dios en esta porción de la Iglesia Universal, sobre todo trabajando incansablemente por la defensa de los derechos humanos.

Saludo al excelentísimo Sr. Nuncio Apostólico de su santidad el papa Francisco, Mons. Nicolás Thevenin,

A Mons. Zaluski consejero de la Nunciatura.

A los Señores obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala aquí presentes.

A Mons. Rodolfo Bobadilla Mata, Obispo emérito de Huehuetenano.

A los obispos auxiliares de esta Arquidiócesis de Guatemala.

A los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas. A los jóvenes seminaristas.

A los familiares de Mons. Próspero Penados del Barrio y Mons. Juan José Gerardi Conedera.

A las personas y organizaciones que nos han acompañado a lo largo de estos días de conmemoración del XV aniversario del asesinato extrajudicial de Mons. Gerardi.

 

A los que nos escuchan y nos ven por medio de la radio, la televisión e internet. A todos un cordial saludo de bienvenida. ¡Gracias por estar con nosotros!

“Yo soy el camino, la Verdad y la Vida; Nadie va al Padre, si no es por mí, dice el Señor” (Jn 14,6)

1.- Mons. Próspero Penados del Barrio:

Durante su ministerio como obispo de la diócesis de San Marcos, fue tocado por la realidad dolorosa de su pueblo, principalmente la de los pobres e indígenas, conoció el sufrimiento de los campesinos, de las oleadas de migrantes que año con año pasaban a trabajar a los cafetales de México, del abandono de los indígenas en ese Departamento densamente poblado. Conoció directamente la violencia de finales de los setenta e inicios de los ochenta en las montañas volcánicas de San Marcos.

El 8 de enero de 1984 asumió como Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Guatemala, es recordado como el hombre confiado en Dios, que supo acompañar a su pueblo con sencillez, humildad, sabiduría, responsabilidad, pero también con valentía y fortaleza. Confiando en Dios, y guiado siempre por su luz, supo defenderlo de las adversidades, haciéndose voz de los que no tienen voz, y saliendo en defensa de sus derechos. Promovió el respeto a los derechos de la persona humana, defendió el valor de la vida, abrió caminos a la justicia, trabajó por la promoción de la paz y la concordia de los guatemaltecos en años difíciles como los del enfrentamiento armado interno. Buscó la reconciliación del pueblo con pasión, y apostó a la vez por la justicia y la verdad. Fue solidario con la gente perseguida, y cercano a los pobres de las áreas marginales de la ciudad capital. Acciones como estas nos permiten afirmar con certeza el día de hoy, que la vida de Monseñor Próspero Penados del Barrio estuvo inspirada y encaminada por su lema episcopal “El Señor es mi luz”.

2.-Mons. Juan José Gerardi:

También hoy conmemoramos un año más del fallecimiento de Monseñor Juan José Gerardi, recordado como un mártir de la paz. Efectivamente, monseñor Gerardi era un incansable trabajador por la paz, su entrega a los desfavorecidos y a los olvidados, es una realidad que trasciende nuestra Iglesia y que es reconocida por amplios sectores a nivel nacional e internacional.

Merece ser recordado como un hombre convencido de su vocación. Un mensaje actual para todos y todas; esa convicción le llevó a luchar desde la realidad en la que se encontraba por construir una sociedad más justa, en la que todas las personas fueran incluidas y tomadas en cuenta, en la que se reconociera en todo momento la dignidad de la persona humana.

Era también un hombre ubicado en su tiempo. No huyó de la misión que la situación histórica que se vivía en esos momentos le solicitaba. Escuchó a quienes le rodeaban, conoció la realidad en la que vivía, compartió con quienes le buscaron y buscó a quienes se alejaban. Frente a la violencia y la intolerancia, su mensaje siempre fue claro, la búsqueda de la paz a través de la verdad y la justicia.

Fue un hombre inspirado en el Evangelio. Su trabajo a favor de los que sufrían y su valor al decir la verdad no tenía otra fuente que el Evangelio. Aquellas afirmaciones que intentan ubicar a monseñor Gerardi en alguna corriente ideológica, política o económica, suponen una negación de su identidad y un desconocimiento de su persona y de su historia. Monseñor Juan José Gerardi no se encontraba al servicio de tendencia alguna, sino al servicio de todos, convencido de que esa misión le había sido confiada por Dios, de ahí su lema episcopal “Constituido por Dios a favor de todos”, palabras que se pueden leer en sus acciones a lo largo de su ministerio.

3.-Mons. Próspero y Mons. Gerardi:

Monseñor Próspero con su personalidad bondadosa y cercana, con la figura de un verdadero padre y Monseñor Gerardi, inmensamente humano y sagaz, se empeñaron en la misma causa: servir a la vida, acompañar al pueblo, ser signos de esperanza y apoyo para las comunidades. Ambos estaban profundamente convencidos de que la Iglesia tenía que ocupar el lugar que le correspondía para alzar la voz por quienes no tenían voz y en ese sentido, con el fin último de alcanzar la justicia y la reconciliación, promovieron la creación de pastorales y oficinas sociales y de derechos humanos.

En la actualidad, el testimonio de estos dos hermanos nuestros nos interpela. Como cristianos católicos ¿estamos trabajando por la construcción de una sociedad más justa? ¿Estamos dejando que la perversa información que se ha difundido nos confunda y nos

aleje de la Iglesia? ¿Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad que nos corresponde en este momento de la historia?

Ciertamente ha habido grandes luces que nos permiten descubrir que la esperanza en un mundo más humano sigue viva en muchas personas.

Encontramos un trabajo fuerte a favor de la niñez y la adolescencia, de las mujeres, de los campesinos, de las personas con discapacidad, de los privados de libertad, de los pueblos indígenas, de las personas de la tercera edad, de las familias, de los no nacidos, de los desempleados y una larga lista de etcéteras que nos permiten descubrir que nuestra Iglesia está viva y de la mano de Cristo, corre al encuentro de quienes lo necesitan.

A ustedes, hermanos y hermanas que trabajan igual que Monseñor Próspero iluminados por el Señor y compartiendo con Monseñor Gerardi la dimensión universal de su vocación al servicio, les animo y les insto a que no tengan miedo; no permitan que las críticas infundadas de personas malintencionadas los alejen de sus ministerios. No caigan en la tentación de dudar en algún momento de la raíz evangélica de su servicio y aquellos, que sin pertenecer a algún ministerio se ven acosados por las dudas, les invito a que se acerquen con más caridad a su Iglesia que se reúne en torno a Cristo que nos ilumina, para predicar el evangelio y poner de manifiesto los valores del Reino de Dios, sin excluir a ninguna persona y sin estar al servicio de ningún poder.

El testimonio de Mons. Gerardi es una invitación para desterrar de nuestra sociedad el miedo, el pesimismo y la frustración; es un signo de esperanza para nuestra sociedad guatemalteca tan necesitada de valores trascendentes. Por eso, deseo que su memoria siga interpelando nuestra forma de vivir como cristianos.

Agradecemos al Señor por el don dado a la Iglesia de Guatemala de muchos extraordinarios pastores, obispos y sacerdotes, capaces de dar su vida incluso hasta el derramamiento de su propia sangre.

¡Seamos reconciliadores, busquemos la paz, estemos dispuestos al perdón, vivamos en fraternidad!

Amén.